
Y como reza la canción, en octubre llegó lo peor… Tras una traca inicial de dos conciertos con lleno total en la sala La Riviera de Madrid, llegaba el temido final, el final del final que Eva llevaba cantando durante todo un año de gira brillante y exquisita. Parecía que ese temido día nunca iba a llegar, así que creo que eran pocos los que se habían hecho a la idea.
Calor y humedad en Barcelona, como queriendo empezar a aclimatar a los amarales a su destino más próximo al acabar la gira: Cuba. Colas, muchas colas, y gente muy diversa, característico de los conciertos de los maños. Aunque ante la diversidad, un mismo sentimiento y sensación: muchas ganas de caminar sobre la gélida Antártida, de ver subir la marea, de acabar salvajeando todos y de ir como locos a esperar el último resplandor en España de Juan, Eva, Toni, Chris y Jaime. Aún así, se palpaba cierta amargura en el ambiente, preludio del final, y de despedirse de los amigos antílopes sin una fecha para nuevos encuentros.
Con las entradas agotadas desde hacía más de una semana, la sala Razzmatazz de Barcelona abría sus puertas a las 19:30 horas, dejando paso a las fieras salvajes que corrían para alcanzar los mejores sitios de esa deseada primera fila. Decepción e indignación fue lo que sintieron muchos de esos fieles seguidores cuando se encontraron con al enorme valla que separaba el escenario del respetable. Corrían las leyendas sobre esa valla, pero creo que nadie se quedó indiferente ante tal tamaño, lo cual dificultó la interacción con el público de la que se caracterizan sus conciertos. Tras hora y media de amena espera (acompañada de la selección musical de la gira) y con quince minutos de retraso sobre la hora prevista, volvía a aparecer el lobo tras el escenario, ese lobo de mirada penetrante pero dulce y cálida a la vez.
Y se apagaron las luces, se fundió la música y empezó la Velvet Underground por última vez. Gritos y aplausos para dar la bienvenida a nuestros chicos y a una Eva que, esa noche, había decidido abandonar el uniforme «oficial» manserguiano: botines negros con tachuelas, shorts de lentejuelas negros, camiseta básica negra y el chaleco que ya lució en La Noche de Cadena 100 junto a Los Secretos. ¿Sería ese el inicio de la TAN esperada tanda de sorpresas del fin de gira?

«Bona nit, Barcelona», gritaba Eva ante un público ensordecedor que no podía más que ovacionar el inicio tan guitarrero de Hacia lo salvaje. Y, tras unas palabras de bienvenida y de agradecimiento por estar ahí, y una explicación de sus sentimientos encontrados, empezaron a sucederse los temas uno tras otro sin más cambio que añadir El mundo al revés a ese especial concierto de fin de gira; eso sí, divertidísimo fue el momento de Eva haciendo un guiño al Radio Ga Ga de Queen . Señores, hay que decirlo, y con sinceridad: se esperaba otra cosa; fue guitarrero, sí, y muy enérgico y eléctrico, con buen muy sonido y mejores luces, pero repito: era FIN DE GIRA, y no lo pareció; tan sólo por los comentarios de Eva y Juan entre canciones, las miradas entre los miembros de la banda y porque al final, en la reverencia sobre el escenario, pudimos ver al equipo al completo, banda, técnicos, backliners, mánager, roadmanager, etc., que le dieron ese toque de despedida.
En fin, aún así, son grandes, enormes, y con el setlist de siempre se bastan y sobran para dejar boquiabiertos tanto a quienes les veían por primera vez como a los que les vamos siguiendo allá donde van. Porque sí, tal y como lo digo, a mí me siguen dejando, como decimos en catalán, bocabadada. Nada que os pueda decir describe a la perfección la sensación que producen en mí y en la mayoría de los mortales que aprecien la calidad vocal y musical, aunque puedan no gustarte las letras. No son de este planeta, eso ha quedado bien patente.
La sala, como La Riviera, no era digna de un fin de gira de Amaral, pierden elegancia, pero ya lo han dejado bien claro ellos: el sonido es lo que más les importa, y en el caso de la Razzmatazz, el sonido fue perfecto, o al menos por las primeras filas lo era, y las luces, aún mejor. Creo que ya ha llegado un punto en que casi los hits más conocidos se igualan en ovación a los doce temas de Hacia lo salvaje. Quizás por eso, por ser más conocidos y haber sonado más, Juan se lanza a hacer cambios más profundos en melodías y punteados. En mi opinión, sonaron especialmente diferentes y preciosas en cuanto a cambios El universo sobre mí, Moriría por vos y Cuando suba la marea.
La introducción de Antártida no sonó tan marcada con el simulador de tempura (la de Guadalajara ha sido, con diferencia, la más increíble), pero genial igualmente, y Eva volvió a los coros en Cómo hablar. El gran momento de la noche fue cuando una Eva con ganas de sentir cerca a sus seguidores, bajó los tres escalones que la separaban de la valla y se pegó a ésta tanto como pudo para cantar Robin Hood. Comunión total con las primeras filas, emoción al límite y sentimientos a flor de piel.
El set de versiones, fantástico, como en las noches anteriores. Atronador aplauso y griterío con Rogaciano el huapanguero, durante y al final de la sublime interpretación, y bonito gesto de Eva al lanzar un beso al cielo que seguro La Chamana recibió orgullosa. Geniales también Soriano y Aguirre al ukelele y bouzouki respectivamente en el homenaje a la Creedence. Y de nuevo el guiño de Eva al Only the lonely de Roy Orbison en Sin ti no soy nada, para acabar antes de Cuando suba la marea con Revolución, que ya sin la versión de Héroes no sería la misma. Rabia revolucionaria contenida que explota entre el respetable y unos amarales eufóricos.
Al acabar el último bis, y tras un «hasta luego» subieron todos al escenario. Y cuando digo todos es TODOS, los que están al frente y los que están detrás. Eva, rodeada de todos sus chicos, con los ojos brillantes de emoción, saludaba a todos lados. Gran reverencia final, fotos desde el escenario y miradas que parecían dar a entender que saldrían de nuevo. Pero sonó Curro Jiménez y desaparecieron todos. No fueron suficientes los gritos de «¡Otra!, ¡otra!» para que volvieran a salir, aunque pongo la mano en el fuego de que estuvieron a punto. Y de nuevo, y por última vez en esta gira, sonó el Moonriver, indicador de que el sueño había acabado, ese sueño del que no quieres despertar…

Y se van. Se nos van a las Américas, dónde el público no sabe qué les espera. Hace un año más o menos estábamos disfrutando del inicio de esta gira, del «nacimiento» de Hacia lo salvaje. Lo hemos visto nacer, crecer y desarrollarse, con sus momentos buenos y malos; pero eso sí, ha supuesto un antes y un después en el sonido de Amaral. Ellos iban hacia lo salvaje: ¿habrán alcanzado ya ese estado? Creo que aún no tenemos ni la más remota idea de lo alto que pueden volar, porque cuando para mí ya han tocado techo, de repente me vuelven a sorprender, y esto me flipa y engancha de una manera paranormal. Ha sido una gira grandiosa, soberbia y exquisita.
Son muy grandes, y cada vez que les veo me lo parecen más (¿es eso posible?) y me siento totalmente afortunada de poder seguirles y orgullosa de hacerlo. Tienen un directo muy contundente, arrollador y lleno de electricidad. Lo dan todo y más sobre y bajo las tablas. Es un derroche de energía pura y continua, y solo puedo describirlo como que hacen MAGIA, una magia que se palpa en el aire desde el minuto cero. Creo que no somos del todo conscientes del grupo al que estamos siguiendo, de lo importante que está siendo todo esto y de lo que estamos formando parte. No hace falta que Eva nos cante eso de «Y quiero que tú me sigas» porque lo hacemos de cabeza y sin pensar. Yo personalmente quería agradecer a todos los que forman Amaral, absolutamente todos, por el trato que hemos recibido tanto los que les seguimos como los que les han visto por primera vez. Eso los hace todavía más inmensos, y no hay palabras suficientes para expresarlo.
Se van las últimas luces y acaba la función... Y yo ya siento que les extraño...
TEXTO, FOTOS: Laia Planells Fernández
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